Este ensayo no pretende exponer el fenómeno del habla desde un lente científico, ni ser un recuento exhaustivo de los aspectos acústicos que la constituyen, mas bien es una exploración de algunos elementos sumamente interesantes y poéticos que creo que pasan desapercibidos por nuestro uso cotidiano del habla y sus funciones. Mi intención es exponer mis pensamientos en torno a la sonoridad melódica del habla; destacar algunas particularidades que he notado a lo largo de mi estudio del fenómeno, y hablar un poco de mi proceso de investigación y de escucha. Es importante hacer notar que esta exploración no ha llevado una metodología única ni concreta, si bien hay lecturas científicas y algo de análisis cuantitativo, mucho de lo que describiré nace a partir del análisis de mi experiencia y de mi proceso de escucha; creo que el no tener las limitaciones de una metodología contingente me ha permitido ser, hasta cierto punto, más exhaustivo, aunque quizás no constituyente de un significado objetivo. Mis antecedentes no vienen de la lingüística, ni tampoco pretendo realizar un estudio de prosodia, aunque se tratarán temas pertinentes para estas áreas; en cambio, quisiera exponer un campo interesante y abrir nuestro panorama de audición para atender el espléndido universo audible que es conformado por las melodías habla.
Mi interés nace tras mi búsqueda por comprender el espacio a partir de lo sonoro, desde el espacio como una condición de posibilidad del sonido, a la conformación conceptual del universo sonoro en distintos momentos y culturas, y las diversas sonoridades que existen en distintos lugares y que los constituyen como espacios confinados únicos. Yo he venido documentando material sonoro desde mi niñez, sin tener muy claro entonces el objetivo de mis acciones. He construido una documentación sonora de mi tránsito en el mundo, notando lo espléndido que es el sonido como contenedor de memorias (algo que es evidente cuando volvemos a escuchar una música que en algún momento importante llegamos a oír con frecuencia). Por otro lado tengo un interés especial por el lenguaje, uno con el que muchos nos encontramos naturalmente al reflexionar en torno a la naturaleza humana, los procesos del pensamiento y la capacidad de comunicar ideas. También me había interesado la etimología de la jerga que se confina a regiones geográficas, y las sonoridades melódicas del habla; sin embargo, pese a que estos intereses se sembraron en mí desde hace tiempo, fue sólo recientemente que pensé concretamente en el habla no como un recipiente de contenido semántico, sino como una sonoridad particular, diversa y con reglas concretas a las que acudimos inconscientemente. Decidí que sería importante, para continuar mi camino en las temáticas que ya expuse, informarme acerca de las distintas perspectivas que existen en torno al habla, investigando a partir de lecturas, conversaciones, entrevistas, análisis introspectivo y experimentación. Tuve además la oportunidad de hacer un turismo de escucha enfocado en las melodías del habla prestando atención a mi proceso de adaptación (hasta ahora sólo con mi mismo idioma, pero un paso importante será atender el proceso estando expuesto a un idioma que nunca antes he escuchado); también he podido desarrollar sistemas informáticos para hacer análisis y visualizaciones de los contornos del habla. Me queda claro que estoy en un punto inicial de mi proyecto de aprendizaje y que hay mucho aún por explorar, pero espero con esto compartir mi interés por este fenómeno apasionante.
En nuestro universo de interacción con el mundo, la capacidad de habla y escucha es sumamente importante; es claro que tenemos una facultad espléndida para emitir sonidos con la voz, misma que generalmente emerge desde edades muy tempranas. Queda claro que en el presente texto no hago referencia a la gente que tiene particularidades fisiológicas que se manifiestan en habilidades lingüísticas extraordinarias, problemas de sordera, o falta de capacidad para emitir sonidos; sino al ser humano con capacidades y comportamientos comunes de habla y escucha. Parece que los procesos de ejercitación de la voz son similares a aquellos que ejecutan algunas aves para cantar [1], incluso Darwin había notado que -traduciendo del inglés- “tenemos una tendencia instintiva a hablar, como podemos ver en el balbuceo de nuestros niños pequeños; mientras que ningún niño tiene una tendencia instintiva para elaborar bebidas, cocinar, o escribir” [2], y Hillel Scwhartz habla de cómo Darwin mencionaba, en sus tertulias, las similitudes entre la risa humana y el canto de las aves [3]. Llama la atención que desde que estamos en el útero materno, el sonido del habla materna suena aproximadamente a 70 decibeles [4]; esto es un nivel considerablemente fuerte, y superior en promedio al sonido externo al útero. No nos debe de sorprender entonces que los bebes muestren desde edades tempranas, en configuraciones experimentales, una atracción mayor por la lengua materna que por lenguas ajenas [5]. Lo que es curioso también, y menciona Paul Bloom [], es que el lenguaje emerge aun cuando una comunidad no le hable a sus bebés, sino que a partir de la escucha pasiva de la lengua por parte del bebé. Quizás sea importante preguntarse si lo que nace tan naturalmente en nosotros es la capacidad de habla, o una búsqueda por comunicarse; la pregunta, claramente, se extendería también hacia otras especies que emiten sonidos particulares, donde llama mucho la atención la facultad que tienen los loros por imitar el habla humana. De cualquier forma, lo que a mí me concierne es el habla como conjunto de estructuras melódicas; casi como si estudiáramos el canto de las aves, enfocándonos en sus bellas y diversas sonoridades y no en el contenido semántico de sus gestos.
Pienso que todos hemos notado las particularidades de los acentos, y especialmente cuando escuchamos uno ajeno. Quizás hemos notado simplemente que los sonidos emitidos son diferentes a los del habla propia, aunque talvez hayamos prestado mucha atención para notar qué es que los hace diferentes; y si no, al menos podemos resaltar que existen acentos reconocibles. Digamos, por ejemplo, que podemos distinguir cómo habla un argentino, o un cubano; o distinguir al argentino del cubano. En este caso, donde es el mismo idioma, es especialmente curioso, pues pese a que parecen totalmente distintas las formas de hablar, aún comprendemos a ambos; existe un referente acústico diferente que invoca el mismo contenido. Me pregunto si alguien que nunca ha estado expuesto a un habla distinta a la de su región, habrá notado que existe un canto particular en su habla. Puedo inferir, aunque con algo de intuición, que no existe un acento neutro, sin modulaciones tonales; sólo existe en la forma en que se ha caricaturizado el habla de los robots, ¿se habrá hecho así para denotar su falta de sensibilidad emocional?, si es el caso, me pregunto si la ciencia ficción habrá notado la problemática que tendría un robot de habla castellana para distinguir un ¿cómo estás? de como estas. Es interesante notar que no es el timbre de la voz el que llama nuestra atención cuando escuchamos un acento ajeno, pues dentro del entorno de habla en donde uno habita, existe una gran diversidad de timbres pero que aún así son reconocibles como pertenecientes al acento propio. Entonces lo que reconocemos es otra cosa, que pienso que está dada por una serie de atributos fundamentales: el ritmo, la melodía, las pronunciaciones de fonemas, y las reglas sonoras que conforman las conjunciones de estos; o, dicho en palabras formales, la prosodia.
Yo, de hecho, no era consciente de que existía un área de la lingüística destinada a estudiar estos atributos hasta que comencé este emprendimiento. Viniendo de una disciplina distinta, o sea de la música, encuentro particularidades curiosas en el fenómeno. Es impresionante nuestra capacidad no sólo de emitir sonidos tan diversos con la voz, sino también de tener un control extraordinario sobre las estructuras melódicas, contingentes y recursivas, que utilizamos en el habla. Me queda claro que existen una serie de reglas de ritmo y altura particulares en el habla de cada región; creo que es en buena parte por eso, porque hay una desviación de las reglas que utilizamos cotidianamente, que logramos distinguir las formas de habla de un mismo idioma. Me gustaría destacar aquí que esto nos dice de una habilidad musical maravillosa en el ser humano ordinario; quiero decir, análogamente, que un compositor letrado se encontraría con complicaciones al generar temas y variaciones de reglas de intervalos musicales y construcciones rítmicas de forma tan aparentemente libre e inmediata como hacemos en el habla, día a día. Es curioso que la capacidad de distinguir estas sutilezas se extiende en el escucha común cuando él atiende la música; uno sabe si un instrumento está desafinado (o, dicho de forma coloquial, si suena bien o no) respecto a nuestro sistema de afinación, o si una pieza conocida no fue tocada adecuadamente; sin embargo la capacidad de interpretar conforme a las reglas melódicas no parece extenderse a la música: todos los mexicanos podemos hablar español como mexicanos, más no todos seríamos capaces de imitar la forma de habla de un colombiano o un chileno, aunque sí de distinguirlo; quizás sea algo trivial, pues pienso que se extiende a muchas áreas de las capacidades humanas, mas, no por eso, es menos curioso.
Es curioso que, tras hacer una serie de entrevistas en Valparaíso, Chile, mas lo que he encontrado tras conversaciones con la gente; es notable que muchos consideran su habla como neutra; y que el acento latinoamericano, que se usa en el doblaje para la televisión, corresponde al suyo propio (cuando de hecho está generalmente hecho en México, y los mexicanos, pienso, también opinamos que corresponde a nuestra forma de hablar). Esto me lleva a un punto interesante acerca de la subjetividad de la escucha del habla. Con este ejemplo acerca del acento neutro, aunado a nuestra capacidad de distinguir otros acentos y la cuestión de si uno sería consciente de la tonalidad de su propia habla si no estuviera expuesto a otras configuraciones, queda claro que no escuchamos de la misma manera un acento foráneo que el acento propio; pero, más allá, creo que incluso entre dos personas de dos distintas regiones de habla, escucharán de forma diferente a una tercera. Obviamente este punto es difícil de investigar más científicamente, aunque se me ocurren unas posibles metodologías para hacerlo (y creo que el español, o castellano es ideal para tal emprendimiento), por lo pronto, no he podido encontrar mucho material al respecto. Una vez más, me valdré de un ejemplo para aclarar mi argumento: a un mexicano le llamarán la atención algunas particularidades de la forma de hablar de un chileno, que quizás no llamarán la atención a un argentino; y al argentino le llamarán la atención algunas particularidades, que no al mexicano. Mi hipótesis, la cual no considero demasiado atrevida, es que esta sensibilidad especial a las particularidades de otros acentos depende de las diferencias que hay con el nuestro; o sea, escuchamos elementos salientes en donde esperaríamos algo distinto. Si hacemos una analogía con la música, y es algo que ha sido bastante estudiado por las neurociencias a través de analizar un elemento llamado mismatch negativity [7], que se encuentra en señales de encefalograma, notamos que somos capaces de distinguir cosas que están fuera de lo esperado, puede ser algo desafinado, algo fuera de tiempo, o algo que difiere de una melodía esperada. Estas diferencias, o mismatch, podrían ser una metodología buena para estudiar el fenómeno.
Otro elemento que nos sirve para hablar de cómo escuchamos en base a nuestros antecedentes, o que los fenómenos están mediados por nuestro universo teórico, es el hecho de que en realidad no existe una separación temporal entre las palabras subsecuentes en una enunciación hablada. Nosotros imaginamos los espacios, y esto, considero, es porque conocemos los morfemas y los separamos al comprenderlos. Si atendemos el habla por su sonoridad y no por su contenido, fácilmente podremos darnos cuenta de esto que generalmente no notamos. Otra forma de notar de esto sería ver una gráfica de las ondas acústicas al mismo tiempo que escuchamos su manifestación sonora. Notaríamos entonces que donde creemos que existe un espacio, no hay tal. Pienso que quizás es por eso que se tienen problemas en la escritura con el uso de la coma. Estamos poniendo una coma conceptual, pero que no siempre existe en nuestra habla. Obviamente hay pausas en el habla, y extensiones de sílabas, mas no corresponden necesariamente a lo escrito. Otro detalle curioso, mencionado por [8], es que escuchamos una continuidad melódica en el habla aunque esta es interrumpida por las consonantes sordas (como la pronunciación las letras t, s, o la p, entre otras). Dicho en otras palabras, los tonos son interrumpidos por sonidos que no tienen un tono, mas nosotros escuchamos una continuidad tonal. Se me ocurren otra serie de ejemplos, como el hecho de que podemos reconstruir frases o palabras aunque no recibamos el estímulo completo, como sucede también en la lectura.
Otra cosa que llama la atención es el por qué emergen estas diferencias tonales del habla. Me ha gustado darme cuenta de que, pese al impacto que ha tenido la globalización en el mundo, y que no nos permite ir a un lugar habitado por el hombre que sea totalmente inconmensurable con nuestros principios culturales, el acento sigue permaneciendo como único y sumamente diverso, además de que, creo, permanecerá protegido en los años por venir. Pero por qué será que emergen estas distintas formas de hablar. Está claro que nos adaptamos al medio, y que si crecemos en Madrid, hablaremos distinto a si crecemos en Bogotá; también, al menos en Latinoamérica, es evidente que existen diferencias melódicas entre estratos sociales. En mi caso, y creo que el de muchos, también cambiamos nuestra forma de hablar (tanto la jerga como la tonalidad), dependiendo del contexto en donde hablemos, o incluso, cuando estamos en una tierra ajena. También creo que hay gente con una mayor capacidad de adaptación que otras, o que pueden imitar más fácilmente que otras. Me resulta interesante preguntarme si se pudiera construir un idioma como el de un robot, sin cambios tonales; me parece bastante plausible, y si fuera el caso, ¿por qué tendremos esta facultad increíble?. Todos estos puntos merecen una mayor indagación, pero me han llevado a otra pregunta que considero relevante. Se conoce bastante la postura revolucionaria, aunque disputable, de Chomsky respecto a las gramáticas formales, donde se habla de una capacidad innata para construir estructuras sintácticas para referirnos al mundo, y que estas estructuras son finitas. Esta postura se sitúa cómodamente en una búsqueda por construir una inteligencia artificial, y yo, no coincido totalmente con ella; sin embargo creo que sería interesante estudiar las estructuras, o reglas que podrían aparecer como universales, no de la sintaxis del lenguaje, sino de la sintaxis melódica del habla.
Como parte de mi proceso construí un sistema que permite escuchar la melodía del habla sin contenido, esto es un programa que abstrae el contenido tonal de aquello que nos es relevante en la escucha del habla (eliminando las consonantes sordas, por ejemplo), y que lo interpreta por medio de un sintetizador a tiempo real, dándonos acceso a la musicalidad del habla sin la búsqueda por atender el contenido. Cabe destacar la dificultad que tiene una máquina para distinguir melodías. Para nosotros, es difícil separar el habla del contenido cuando nos exponemos a nuestro propio idioma, pero con esta máquina se le da la oportunidad al escucha común de hacerlo. Por otro lado, he hecho gráficas de los contornos tonales del habla, tanto como para encontrar recurrencias en el marco visual, como para usar estas visualizaciones como metáfora del paisaje sonoro conformado por el habla. Con esto, quiero destacar la idea del paisaje sonoro y hacer una analogía con el paisaje visual, donde no busco que se interprete el contenido de las gráficas, sino simplemente que se aprecien como paisajes, lo mismo que he vivido en mi proceso de turismo de escucha. A continuación muestro una pequeña gráfica como ejemplo de estos paisajes que llamo, Paisajes Melódicos del Habla:
Paisaje Melódico del Habla I. Visualización del contenido tonal de una enunciación en Valparaíso, Chile. Esta gráfica no busca ser interpretada más allá que como un paisaje.
A través de este texto, presenté un recuento de algunos de mis pensamientos y reflexiones en torno a las melodías del habla; quedará claro que es un tema extenso, y que se pueden encontrar muchos más elementos; incluso, seguramente, habré olvidado muchos otros en los cuales he meditado. Espero brindar al lector la oportunidad de atender el habla por una riqueza exquisita que muchas veces pasa desapercibida, y que queda ofuscada por la cotidianidad. Cabe distinguir que esta investigación es un trabajo en proceso, y que no tiene una meta concreta, más allá de explorar este fenómeno que ha llamado mi atención. Quiero invitar al lector a ponerse en contacto conmigo si a caso tiene interés por escuchar las melodías del habla abstraídas del contenido. Por su amable atención, gracias.
Bibliografía
[1] Besson, M., Schön, D. Comparisson between language and music. En, The cognitive neuroscience of music, Peretz, I., Zatorre, P (Editores). Oxford University Press, New York, 2003; pp. 269-293.
[2] Pinker, S., The Language Instinct: How the Mind Creates Language. Harper Perennial Modern Classics; 1a edición reimpresa, Septiembre, 4, 2007.
[3] Schwartz, H., Making Noise, From Babel to the Big Bang and Beyond. Zone Books, Nueva York, 2011.
[4] Krueger, C., Exposure to Maternal Voice in Preterm Infants: A Review. Adv. Nonatal Care. Febrero, 2010; 10(1): pp. 13-20.
[5] Bosch, L., Sebastián-Gallés, N., Native language recognition abilities in 4-month-old infants from monolingual and bilingual environments. Cognition 65, 1997, pp. 33–69.
[6] Bloom, P., 6. How Do We Communicate?: Language in the Brain, Mouth. Video, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=Uf9tlbMckS0
[7] Tervaniemi, M. Musical Sound Processing: EEG And MEG Evidence. En, The cognitive neuroscience of music, Peretz, I., Zatorre, P (Editores). Oxford University Press, New York, 2003; pp. 294-309.
[8] Studdert-Kennedy, M., Speech Perception. Language and Speech, Vol. 23, Parte I, 1980.